“El microbioma es un mecanismo de defensa del bebé”

Ayudaría que la madre lactante tome leche con probióticos

Cada vez oímos más las palabras “microbioma” o "microbiota" relacionadas con la salud. Carmen Peláez es experta en microbiota y trabaja como investigadora en el Departamento de Biotecnología y Microbiología de la Alimentación del Instituto de Ciencias de la Alimentación (CIAL-CSIC).

Nos explica cómo “heredamos” el microbioma materno a través del parto vaginal y su gran importancia en la salud del bebé. “Podemos decir –afirma Peláez– que todo, o mucho, empieza en el intestino”.

 

Carmen Pelaez

¿Qué es la microbiota humana?


microbiota

La microbiota es el conjunto de microorganismos que nos habitan, en su mayor parte bacterias, pero no sólo bacterias. Y no solamente están en el intestino, sino en muchas partes de nuestro cuerpo: piel, boca, tracto genitourinario, vías respiratorias altas e intestino, órgano donde se encuentran en mayor cantidad. En todas partes juegan su papel, y nada despreciable, por cierto.

¿Cómo se conforma el microbioma en el recién nacido?


En el recién nacido vamos a centrarnos en la microbiota intestinal, aunque hay que aclarar un concepto: la microbiota no se forma, sino que se “hereda”, porque ningún organismo la produce, sino que ésta nos llega por contaminación. El término “heredar” se asocia normalmente a la herencia genética que recibimos de nuestros padres. También “heredamos” la microbiota de nuestra madre a través del canal de parto, al nacer; podemos decir que el niño se impregna o adquiere las bacterias de la vagina y el ano maternos. También son muy importantes las bacterias que el bebé ingiere en las primeras succiones del pecho a través de la lactancia materna. Todo esto se estudia desde hace dos décadas y es sorprendente.

¿Por qué es tan importante la microbiota para que el bebé esté sano?


La microbiota que adquirimos responde a un mecanismo evolutivo que tiene una razón de ser: preparar el intestino del niño para la entrada de otras bacterias y antígenos. El recién nacido adquiere nuevas bacterias con la alimentación, al chupar objetos, cuando alguien le toca… También es muy vulnerable y necesita una ayuda, que es precisamente la microbiota. Ésta tiene varias funciones:  

  • Ayuda al sistema inmune a reconocer la llamada microbiota comensal (la beneficiosa para el intestino) para que no “hiperreaccione” ante su presencia.
  • Hace un efecto barrera para evitar infecciones: protege al intestino frente a la entrada de patógenos y le ayuda a reconocer a la microbiota no comensal (la perjudicial). Es fundamental para evitar infecciones, invasiones de patógenos.

En resumen, la microbiota es un mecanismo de defensa que además estimula y ayuda a madurar al sistema inmune del bebé. También, la microbiota está muy relacionada con el llamado eje cerebro-intestino, porque ésta es capaz de producir neurotransmisores y de regular su producción. Estamos hablando de un cerebro en formacion, el del recién nacido, y cualquier alteración de la microbiota puede influir -no digo provocar directamente- en alteraciones neurológicas como el autismo, que además tiene una base genética.

¿Para qué sirve la microbiota dentro de las funciones digestivas del niño?


La microbiota la necesitamos para poder degradar los hidratos de carbono (carbohidratos complejos como la fibra vegetal), que llegan intactos al colon. Ahí entran en funcionamiento nuestras bacterias intestinales. Si un niño desde pequeño no tiene la microbiota adecuada, puede sufrir enfermedades metabólicas, autoinmunes, alergias, dermatitis atópica, alergias alimentarias… Este mecanismo consigue un equilibrio (lo llamamos homeostasis) en tres niveles del organismo del bebé: metabólico, inmune y cognitivo. Podemos decir que todo, o mucho, empieza en el intestino. En lo referente a las alergias, también sigue vigente la teoría del exceso de higiene: el sistema inmune no puede reconocer todos los patógenos porque el bebé se expone poco, “gracias” a su entorno limpio.

bebé lactando

¿La lactancia materna ayuda a una microbiota del bebé sano?


Los carbohidratos complejos son el tercer componente de la leche materna y estimulan selectivamente algunas bacterias beneficiosas. Las bifidobacterias intestinales del bebé son fundamentales para metabolizar la leche materna y que se produzca esa homeostasis o equilibrio metabólico que hemos mencionado antes. Ayudaría que la propia madre tome leche con probióticos durante el tercer trimestre del embarazo y la lactancia: si intentamos cambiar el perfil (de la microbiota) de la madre, contribuiremos a que cambie el perfil del bebé a través de la leche materna. Ya se están dando probióticos a bebés prematuros en algunos hospitales precisamente para preparar su intestino y sistema inmune, tan inmaduros.

¿Qué impacto tienen las cesáreas en la microbiota del bebé?


El bebé nacido por cesárea tiene una microbiota distinta y es más propenso a sufrir alteraciones intestinales. Su capacidad de defensa y su sistema inmune están más debilitados, pero tampoco hay que dramatizar. Eso sí, sería muy conveniente disminuir el número de cesáreas y restringirlas a las imprescindibles.

Denos unas pautas para cuidar la microbiota del bebé


Podemos hacer un resumen de lo dicho y añadir unas cuantas recomendaciones:  

  • Parto vaginal si no hay problemas médicos. Las cesáreas electivas (por elección materna) perjudican al bebé, le privan de las bacterias beneficiosas del canal del parto.
  • Alargar la lactancia materna en la medida de lo posible; la madre debe conservar una buena salud intestinal para beneficiar al bebé a través de la leche materna.
  • Evitar el abuso de los antibióticos. Estos medicamentos arrasan la microbiota del bebé.
  • Diversidad en la dieta del bebé y niño, especialmente cuando empezamos con la alimentación complementaria. Hay que tener mucha paciencia con los nuevos sabores y las nuevas texturas para que el niño aprenda a aceptarlas poco a poco. A más tipos de alimentos en la dieta, mejor salud intestinal.
  • Entorno sin estrés y con afecto de los padres. La tranquilidad y el cariño hacen que no se segreguen hormonas de alerta (como el cortisol) que pueden influir negativamente en el intestino del niño.

 

Carmen Arnanz
Redactora experta en Salud