Cuál es la historia de los test de embarazo

De las primeras pruebas a los modernos test caseros

pareja celebra embarazo

Los test de embarazo caseros o los análisis de sangre para confirmar la gestación son hoy una realidad cotidiana. Pero no siempre ha sido así. La historia de las pruebas de embarazo se remonta a los egipcios. 

Para llegar a las actuales tiras reactivas han pasado siglos de sabiduría popular, pero sobre todo de investigación científica. Los actuales test siguen perfeccionándose, hasta llegar a decirnos el tiempo de gestación estimado y diagnosticando el embarazo cada vez antes.

Actualmente, los test más novedosos son los de ovulación, que permiten saber los días más propicios para la fecundación.

Historia de las pruebas de embarazo


A lo largo de la historia millones de mujeres se han enfrentado a una misma incógnita: saber si están o no embarazadas. La tensa espera, el suspense, las lágrimas o la alegría han jalonado sus vidas a lo largo de milenios. Reyes y reinas hubieran pagado fortunas por disponer de manera rápida de un resultado positivo o negativo, antes que soportar esperas de las que podía pender el devenir de sus imperios.

Los egipcios fueron los primeros en aplicar unos peculiares test de embarazo: la mujer orinaba durante días sobre semillas de trigo y cebada. Si germinaban, había embarazo. O bien contabilizaban las veces que ésta vomitaba ante una mezcla de cerveza y dátiles. Unos métodos caseros que aunque nos parezcan fuera de toda lógica no iban nada desencaminados. Casi dos milenios más tarde, en 1963, diversos estudios demostraban que en el 70 por ciento de las veces la orina de una mujer embarazada provocaba la germinación, algo que no ocurría si no estaba en estado de gestación.

La orina parecía pues ser un factor determinante. Esto, unido al conocimiento de que los mecanismos del sexo y del embarazo resultan muy similares en muchos seres vivos, llevó a médicos e investigadores a comprobar qué efectos podrían tener las hormonas humanas en otros animales. En el año 1928, los ginecólogos alemanes Aschheim y Zondek comenzaron a inyectar en ratones hembras pequeñas cantidades de orina de mujeres. Comprobaron que los ovarios de estos animales aumentaban de tamaño si existía embarazo. La prueba resultaba muy fiable, pero exigía el sacrificio de los ratones. Más tarde el método se utilizó en conejos y finalmente en ranas.

En 1930, el bioquímico James B. Collip descubre por fin, junto a su equipo de investigadores, el secreto subyacente en la orina de las mujeres embarazadas: la presencia de la hormona gonadotropina coriónica humana (hCG). 

Embarazo: de la prueba de la rana al test casero


Durante décadas, el mejor método para descubrir si una mujer estaba o no embarazada fue la conocida como prueba de la rana. La idea la aportó el citólogo argentino Eduardo de Robertis que determinó que la hCG actuaba sobre las células de Sertoli, provocando la expulsión de espermatozoides en los sapos.

Sin embargo, fue su discípulo Carlos Galli Manini quien, unos años más tarde, se animó a llevar a cabo el experimento: inyectaba 5 mililitros de orina en el saco linfático de sapos que, transcurridas unas horas, desarrollaban espermatozoides si el líquido inyectado contenía HCG. Un singular test de embarazo que resultó no sólo eficaz y económico, sino todo un alivio para muchos animales, ya que se podía obtener el resultado sin necesidad de sacrificar ranas y sapos.

A estos métodos se les denomina métodos biológicos de detección de embarazos, pues se basan en los efectos visibles que las hormonas tienen sobre animales o plantas. Durante un tiempo dieron buenos resultados, pero era obvio que las investigaciones tenían que avanzar en otra dirección. Hacía falta un test de detección directa, basado en reacciones químicas, algo que no fue posible hasta principios de los años 60. A partir de ahí, la historia de las pruebas de embarazo comenzó a escribirse de forma bien diferente.

Cómo detectar la hormona del embarazo


En el análisis de orina o sangre, se detecta la presencia de la gonadotropina coriónica (hCG), una hormona glicoproteica que es producida en un principio por el embrión poco después de la concepción y, a partir de la semana 12, por la placenta. Su misión es impedir que se lleve a cabo la descamación uterina que provoca la menstruación, manteniendo la producción de progesterona. Su función es enriquecer y revestir el útero de vasos sanguíneos y capilares para que éste pueda permitir el crecimiento del feto. Con el embarazo, su presencia se llega a duplicar cada dos o tres días, alcanzando sus máximos niveles entre el segundo y tercer mes de embarazo, para luego ir reduciéndose. De modo que su cantidad sirve tanto para determinar la fecha de concepción como la fecha estimada de parto. Hoy en día, la investigación apunta a que dicha hormona se encuentra implicada en la intensidad de las náuseas matinales, que dependen de su mayor o menor presencia.

Para saber si una mujer se encuentra embarazada basta el análisis de unas gotas de orina o sangre

 

Charo Barroso
Redactora experta en Salud