Los bebés reconocen emociones a los seis meses
Los bebés desarrollan la capacidad para diferenciar las expresiones emocionales en los primeros seis meses de vida. En estos meses, muestran su preferencia por las caras sonrientes y las voces que expresan felicidad. Parece que antes de los seis meses pueden distinguir la felicidad de otras emociones como el miedo, la tristeza o la ira. A partir de los siete meses desarrollan la capacidad de discriminar entre varias expresiones faciales. El misterio para los científicos es si realmente reconocen las emociones o solo distinguen las características físicas de los rostros o las voces.
Para buscar respuesta a si los bebés son capaces de discriminar las emociones en las personas de su entorno, un grupo de investigadores de la Universidad de Ginebra en Suiza ha estudiado a 24 bebés de seis meses en el Geneva BabyLab y ha medido su capacidad para establecer una conexión entre una voz que expresa felicidad o enfado y la expresión de una cara, también de felicidad o enojo.
Los bebés reaccionan ante lo nuevo
La investigación, publicada en la revista "PLoS ONE", muestra que los bebés observan un rostro enfadado, especialmente su boca, durante más tiempo si han escuchado una voz feliz. La reacción a algo nuevo demostraría por primera vez que los bebés tienen la capacidad temprana para transferir información emocional del modo auditivo al visual.
Los bebés fueron expuestos a voces y rostros que expresaban emociones de felicidad y enfado. En una primera fase destinada a la familiarización auditiva, los niños escucharon una voz neutral, feliz o enojada durante 20 segundos y frente a una pantalla negra, que evitaba estímulos visuales. En la segunda fase, dedicada a la discriminación visual, los bebés pudieron ver dos caras, una expresaba felicidad y la otra ira.
En su estudio, los investigadores suizos utilizaron tecnología de seguimiento ocular para medir los movimientos del ojo del bebé con gran precisión. Con ella pudieron determinar el tiempo que dedicaron a mirar una y otra cara, así como las áreas específicas que observaban (la boca o los ojos) y si se producían variaciones de acuerdo con la voz que escuchaban. Solo si los bebés observaban claramente una de las caras durante mucho más tiempo que la otra se podría afirmar que eran capaces de detectar una diferencia entre ambos rostros.
Habilidades tempranas de los bebés
Los hallazgos de la investigación revelaron que los bebés de seis meses no preferían ninguna de las caras emocionales si antes habían escuchado una voz neutral o una voz enfadada. Sin embargo, pasaron más tiempo mirando la cara que expresaba enfado, especialmente su boca, después de escuchar una voz que desprendía felicidad. Esta preferencia visual por la novedad sería una primera respuesta a la capacidad temprana de los bebés para transferir información emocional sobre la felicidad desde el modo auditivo al visual.
Los investigadores, a la vista de estos resultados, llegan a las siguientes conclusiones:
- Los bebés de seis meses son capaces de reconocer la emoción de la felicidad independientemente de las características físicas auditivas o visuales.
- Las emociones se integran en la vida humana desde muy temprano. Son la primera herramienta disponible para que los bebés se comuniquen con las personas que les rodean.
- Los más pequeños son capaces de expresar sus emociones a través de su postura, su voz o sus expresiones faciales desde su nacimiento y estas actitudes ayudan a sus cuidadores a comprender el estado emocional del bebé.
- El estudio suizo es un primer paso para comprender si los bebés son capaces de identificar las emociones expresadas por los adultos y si adaptan su comportamiento a las emociones a las que están expuestos.
El niño empieza a socializarse
Entre los dos y los seis meses, el bebé experimenta grandes cambios físicos y neurológicos. A partir del segundo mes, suele aparecer la sonrisa social, que implica que ya no sonríe de modo automático y sin intención, sino que contesta a la sonrisa y a la vez sonríe para atraer la atención o relacionarse con su entorno. El interés por lo que le rodea va en aumento y ya no sólo se centra en su madre.
Su interacción con el entorno crece y ya comienza a participar en actividades de juego, como dar palmas o imitar expresiones faciales que son capaces de utilizar para atraer la atención. Son el comienzo de las respuestas emotivas en contexto que enriquecerá a partir de entonces hasta convertirse en una verdadera interacción emocional.