Cómo evitar catarros y gripe en el embarazo

Mantener una buena microbiota y niveles adecuados de vitamina D ayudan a luchar contra los virus

Con la llegada del frío hay que tomar especiales precauciones para evitar contagiarse de la gripe (las embarazadas entran en el grupo de riesgo para el que está recomendado vacunarse) o de los catarros.

Hay ciertas medias higiénicas que pueden ayudar a mantenerse a salvo de los virus: 

  • Lavarse las manos con frecuencia y secarse con toallas desechables.
  • No llevarse las manos a la boca o la nariz. 
  • Evitar la proximidad con quienes hayan enfermado.

También se puede potenciar la resistencia del cuerpo a las infecciones respiratorias mejorando la alimentación. Y en este punto influye mucho nuestra microbiota intestinal.

Cómo prevenir catarros y gripes

La microbiota ayuda a no acatarrarnos


Las últimas investigaciones apuntan a que la microbiota (las bacterias y demás microorganismos que pueblan nuestro cuerpo, también conocida como flora intestinal) del intestino tiene un papel más importante de lo que se pensaba en la salud: refuerzan nuestro sistema inmunitario impidiendo que los virus, como los del catarro o la gripe, “conquisten” nuestro organismo.

No se trata sólo de comer los alimentos más beneficiosos, sino de asegurarse de que sus nutrientes se absorberán de la mejor forma posible. “Un intestino saludable, con una microbiota en condiciones, no tiene por qué enfermar”, afirma la doctora Alexandra Henríquez, ginecóloga del Hospital Universitario Quirónsalud de Madrid.

Los probióticos: dónde están


En esta salud intestinal desempeñan un papel destacado los prebióticos, alimentos no digeribles que favorecen la proliferación de bacterias beneficiosas para la flora intestinal, y los probióticos, que son microorganismos que permanecen activos en el intestino y benefician nuestra salud. Sirven para recuperar la microbiota intestinal que a veces está maltrecha por una alimentación incorrecta y el uso de antibióticos, que eliminan las bacterias que producen una infección pero también acaban con las bacterias beneficiosas y dejan debilitado el sistema inmune.

Entre los probióticos que han formado parte tradicionalmente de la alimentación están los alimentos fermentados como miso, yogures frescos -algunos de los cuales hoy se refuerzan con lactobacillus y bifidobacterias-, chucrut y otros alimentos en salmuera, tempé (alimento procedente de la fermentación de la soja) o kéfir. Hoy, además, se pueden encontrar en forma de suplementos. Las bacterias beneficiosas que contienen los probióticos evitan la proliferación de las que son perjudiciales y producen el ácido láctico que el cuerpo utiliza para absorber el calcio, el hierro y el magnesio de los alimentos.

Previenen la candidiasis también


Según la doctora Henríquez, es preciso seguir un orden para beneficiarse de las ventajas de los prebióticos y los probióticos: “Hay que limpiar el intestino, luego abonar y después sembrar”, afirma, lo que supone que primero hay que utilizar los prebióticos para barrer las bacterias malas del intestino, después los probióticos para restaurar la flora y, por último, cuidar la alimentación.

Las embarazadas pueden tomar estos alimentos y suplementos sin problemas, aunque siempre hay que consultar con el médico especialista. Además sus efectos van más allá de la microbiota intestinal: llegan hasta la vagina y pueden subir las defensas contra la candidiasis, una infección producida por hongos. La doctora Henríquez prefiere prevenir estas infecciones vaginales de esta manera en lugar de usar los probióticos de forma local.

Alimentos para no enfermar


Alimentos para no enfermar

A la hora de elegir los alimentos más adecuados para mantener la salud del intestino y, por tanto, la de todo el cuerpo, la experta recomienda incorporar ingredientes coloridos, como los naranjas (zanahoria, calabazas…) que son ricos en carotenos; verdes (espinacas, espárragos verdes o acelgas) por su contenido en ácido fólico o rojos (como las bayas o las uvas), cereales integrales por la fibra que es también un componente esencial de las legumbres, que conviene comer tres veces por semana. De hecho, las legumbres y las verduras deben ser la base de una alimentación que se complementa con poca carne “de calidad, no pollos hormonados”, apostilla la doctora, para asegurar el necesario hierro, y pescado salvaje de tamaño pequeño.

La doctora Henríquez destaca también el papel prebiótico de la manzana tomada con piel, ya que contiene los dos tipos de fibra, soluble (que sirve para controlar el colesterol y la diabetes) e insoluble (que evita el estreñimiento).

La vitamina D ayuda a las defensas


La vitamina D suele asociarse al esqueleto, ya que canaliza el calcio para formar los huesos, pero también desempeña un papel importante en las defensas del cuerpo. Un estudio de la Universidad de Copenhague publicado en 2010 indicó que las células T, antes de combatir a los patógenos detectados como amenaza, activan un receptor de vitamina D y, si no consiguen la necesaria, no actúan. Las células T son las encargadas de la defensas, y la llevan a cabo uniéndose a los patógenos y multiplicándose para destruirlos, almacenando las características de la amenaza para el futuro.

Solemos pensar que en países con abundancia de sol, como España, no hay deficiencia de vitamina D, pero la doctora Henríquez no piensa igual: “Para tener la cantidad suficiente de vitamina D necesitas que el cuerpo esté destapado un 75% y expuesto al sol cinco minutos a las 12 de la mañana”, añade. Según la experta, en los Países Bajos tienen mejores niveles que en España porque allí, conscientes de la carencia de sol, se toman más suplementos de esta vitamina. De ahí que ella recomiende tomar durante la gestación 1.000 UI (unidades internacionales).

En el embarazo baja la inmunidad

Al menos la mitad de los antígenos de un embrión proceden del padre y si el cuerpo de la madre lo reconociera como algo ajeno a ella se activaría su sistema inmunitario para atacarlo, poniendo en peligro la gestación. Para evitar que esto suceda se produce un doble fenómeno: el embrión tiene unas moléculas HLA que intentan convencer al sistema inmunitario de la madre de que no supone para ella ningún peligro y el cuerpo de la madre debilita sus propias defensas para que no ataquen al embrión y este pueda continuar creciendo en su interior.

Es uno de los cambios que se producen en el cuerpo femenino desde el mismo momento de la fecundación, y que se debe en buena medida a las distintas hormonas que segrega la embarazada como estrógenos, progesterona o la gonadotropina coriónica. Aunque esta inmunodepresión está orientada hacia la placenta y a permitir que el embrión se implante y crezca, el resultado es que afecta a todo el sistema inmunitario, por lo que la mujer embarazada es más proclive a desarrollar infecciones de todo tipo y, ademas, le durarán más tiempo ya que hay muchos medicamentos que no podrá tomar y a su cuerpo le cuesta más combatirlas.

 

Sara Borondo