Leche materna: defensas para tu bebé

Cuando hablamos de lactancia materna, inevitablemente pensamos en el alimento natural por excelencia para un recién nacido. Pero además de ser una fuente óptima de nutrientes, la leche materna es un refuerzo inestimable de protección inmunológica. No es solo comida, la lactancia materna es defensa, prevención y conexión.
Durante el embarazo, todas las mujeres piensan en cómo será su vida después del parto, cómo será su bebé y su relación con él. En estos momentos es imposible no pensar en cómo será su alimentación en sus primeras horas, días y meses de vida. A la hora de decidir por qué tipo de alimentación queremos, nos preguntamos: “¿Tan importante es la leche materna para la salud del bebé?”. Y la respuesta es un rotundo “Sí”. Aquí te vamos a explicar uno de los aspectos más fascinantes y en parte desconocidos de la leche materna: su función como escudo inmunológico.
Un sistema de defensa personalizado
El sistema inmunológico del recién nacido es inmaduro al nacer. Aunque recibe anticuerpos a través de la placenta durante el embarazo, sigue siendo vulnerable a virus, bacterias y otros agentes externos. Los bebés tienen un sistema aún inmaduro que no se ha expuesto a los múltiples microorganismos que estamos en contacto en la vida diaria.
Ahí es donde la leche materna juega un papel protagonista. Aporta defensas listas para actuar, diseñadas específicamente para el entorno que rodea al bebé. Esto es posible porque la leche materna se adapta constantemente, modificando su composición según las necesidades del bebé y el entorno en el que vive. Esta “inteligencia biológica” permite que los bebés amamantados tengan un sistema inmunológico más robusto y mejor preparado para enfrentar infecciones.
Como veremos a continuación, aparte de tener un cambio en la proporción de nutrientes, las grasas o las vitaminas que aporta, la lactancia materna cambia en proporción de los elementos inmunológicos que aporta en función del estado de salud del bebé y de la madre.
Principales componentes inmunológicos de la leche materna
La leche materna está compuesta por una impresionante variedad de elementos con propiedades inmunológicas. Algunos de los más destacados son:
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Inmunoglobulinas
Las inmunoglobulinas son anticuerpos que el cuerpo produce para combatir agentes infecciosos. La leche materna contiene varios tipos, pero la más abundante y relevante es la inmunoglobulina A (IgA), en su forma secretora (IgAs).
La IgA secretora recubre las mucosas del sistema digestivo, respiratorio y urinario del bebé, evitando que virus y bacterias se adhieran y causen infecciones. Esta función protectora es especialmente crucial durante los primeros meses de vida, cuando el sistema inmunológico del bebé aún está en desarrollo. Una barrera inmunológica eficaz en el aparato digestivo (la principal vía de contacto del bebé con su entorno, ya que en esta etapa explora el mundo principalmente a través de la boca) le permite experimentar y estimularse en un ambiente más seguro.
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Lactoferrina
La lactoferrina es una proteína con potentes propiedades antimicrobianas. Su función principal es unirse al hierro, un mineral necesario para el crecimiento de muchas bacterias. Al “secuestrar” el hierro, impide que las bacterias lo utilicen, dificultando su proliferación. Además, tiene propiedades antivirales y antiinflamatorias.
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Lisozima
La lisozima es una enzima que destruye las paredes celulares de algunas bacterias. Su concentración en la leche materna aumenta con el tiempo, siendo particularmente alta en la leche madura de madres que amamantan durante períodos prolongados.
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Células inmunitarias vivas
La leche materna contiene células vivas del sistema inmune, como linfocitos, macrófagos y neutrófilos. Estas células ayudan a combatir infecciones directamente en el cuerpo del bebé y contribuyen a la maduración de su sistema inmunológico.
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Oligosacáridos
Los oligosacáridos son azúcares complejos que no nutren directamente al bebé, sino que alimentan a las bacterias beneficiosas del intestino, como las bifidobacterias. Además, actúan como “cebo” para los patógenos, impidiendo que se adhieran a las mucosas del intestino del bebé. También modulan la respuesta inmunitaria y favorecen un desarrollo equilibrado del sistema defensivo.
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Factores antiinflamatorios
La leche materna también contiene múltiples compuestos que regulan la inflamación. Entre ellos se encuentran antioxidantes, enzimas y hormonas que minimizan las respuestas inmunes excesivas que podrían ser perjudiciales para los tejidos del bebé.
Cómo protege la leche materna al bebé
Gracias a todos estos componentes, los bebés amamantados tienen menos probabilidades de padecer muchas enfermedades durante la infancia:
- Menor riesgo de infecciones respiratorias.
- Menor riesgo de infecciones digestivas.
- Menor probabilidad de otitis media.
- Reducción del riesgo de sepsis neonatal: especialmente en bebés prematuros.
- Protección frente a alergias y asma, sobre todo si la lactancia es exclusiva y prolongada.
- Beneficios especiales en recién nacidos prematuros, particularmente con cardiopatías congénitas. En ellos, la leche materna actúa como un recurso terapéutico, no solo nutritivo, ayudando a reducir complicaciones infecciosas y favoreciendo una mejor evolución clínica. Tal es su impacto que, cuando no es posible recibir leche materna directamente de la madre, se recurre con frecuencia a bancos de leche donada, lo que subraya su valor como parte del tratamiento integral de estos pacientes. En UCIs neonatales en las que utilizan un soporte alimentario con leche materna en estos bebés, se ha visto que presentan una importante reducción del riesgo de enterocolitis necrosante (una complicación grave del intestino) y de otras patologías digestivas y respiratorias, así como una mayor ganancia ponderal (ganancia de peso).